jueves, 19 de noviembre de 2009

¡SERES HUMANOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!

Estimado lector,

Imagino que habrás deducido ya, nada más toparte con tan divertido encabezamiento, con que este post persegue un claro objetivo: presentar una lectura humanista de la obra de Karl Marx. Para ello, no por desidia ni dejadez, sino por cuestiones méramente prácticas directamente relacionadas con la extensión, recurro aquí a la conclusión a la que llegué en un trabajo sobre la obra más célebre del filósofo alemán: "El Manifiesto Comunista". Dado que el comentario es, entiendo, claro y concreto (además de fácilmente comprensible incluso para aquel que no esté familiarizado con tecnicismos filosóficos en general o, más concretamente, la obra de Marx), te lo presento sin más. En cualquier caso, y ante los recelos que puedas tener o bien por el prejucio al que me has condenado o bien por el temor de verte encandilado por mis teorías al no haberte leído tal obra, te anticipo dos cosas: en cuanto a lo primero, déjate sorprender, procuraré no decepcionarte. En cuanto a lo segundo: no temas, el comentario cita las claves del texto de Marx y en ningún momento pretendo convencerte de nada. Dicho esto:

"Cuando Karl Marx escribió esta obra, en pleno apogeo del capitalismo más bárbaro a caballo entre la ausencia de derechos del hombre y la industrialización plena, la situación de la clase obrera era más que precaria. De ahí que ante la ausencia de escrupulos por parte de los dirigentes que controlaban el capital, los vacíos o injusticias legales que paradójicamente amparaban al trabajador y la inconsistencia de un sistema económico que estaba en desarrollo, esta obra se vuelva un texto de vital importancia en el conjunto de los trabajos de Marx. Sin embargo, sus denuncias y llamamientos a la revolución reflejan mejor que ninguna otra voz de la época la sinrazón a la que estaba conduciendo el paradójico exceso en la razón práctica en el que se había fundado el sistema capitalista. Ahora bien, si bien su valor es innegable, tampoco cabe duda de que el manifiesto comunista, en la medida de que es un manifiesto que aspira a llegar a un sector social que por su amplitud y precariedad no ha tenido oportunidad de acceder a muchas fuentes de conocimiento, carece de la armadura teórica de la que gozan otras obras. En ese sentido, podría afirmarse, siguiendo a Althusser entre otros, que siendo como es el manifiesto el resultado del materialismo científico por el que Marx dilucida el socialismo científico, en él carece de esa fundamento necesario para avanzar en la crítica filosófica. De ahí que entrar a criticar aspectos concretos de la obra, siendo en cierto modo factible, no reconoce el carácter de la misma y carece de legitimidad histórica e intelectual. No obstante, en este manifiesto más que describir una situación de modo exhaustivo, se prima la función apelativa que posibilite la revolución de la clase obrera contra el opresor capitalista.

En este sentido, precisamente, entiendo que Marx yerra en un par de aspectos que aunque puedan parecer efimeros, contrastan precisamente con esa función de llamamiento del texto que si estudiaramos desde la crítica más estrictamente filosófica malversaríamos. Así, el primer punto de la crítica se refiere al capítulo tres, donde Marx trata de enfatizar los motivos por los que las diversas formas de socialismo previas (aquellas que más tarde Engels definiría como socialismos utópicos) yerran tanto en las ideas de fondo como en las referentes a la disposición. Aunque esta parte sea, al menos a priori, necesaria en la medida en que trata de constatar lo que para él no es una salida, en última instancia resulta vacía, pues no deja claro el por qué de su oposición al socialismo francés, alemán o inglés. Es cierto que las reminiscencias al pasado feudal a las que alude por un lado o el interés burgués-capitalista que se esconde detrás de estos socialismos, es algo que consecuentemente tenía que desechar como resultado de su planteamiento. El problema está en que más allá de que considera su planteamiento como válido, e independientemente de que lo defienda con más o menos atino (ya he dejado claro que esa no es la crítica que, a mi parecer, merece esta obra), no deja claro por qué esos movimientos sociaistas son malos en sí mismos. Es decir, aunque como conclusión directa a su planteamiento los socialismos llamados utópicos son negativos, no hay una mínima argumentación explícita en el texto que deje claro por qué esos planteamientos son malos en sí mismo. En este sentido, deja la puerta abierta a un fenómeno que años después florecería en los autores de la escuela de Frankfurt, cuando tras un primer período de crítica exhaustiva al sistema capitalista – una crítica en su mayor parte vertida desde una postura eminentemente comunista – pasaron a renunciar del propio comunismo para ejercer una crítica más sistemática, a todas luces objetiva y, en cualquier caso, más cohesionada. Así, pese a no poner en duda que esas criticas tienen detrás un fundamento filosófico firme (tal y como demuestra la lectura de otras obras), entiendo que Marx podía haber desarrollado ese punto con algo más de perspectiva histórica, sin caer en excesos teóricos claro está por la condiciónes intrínseca del manifiesto, para dejar claro que efectivamente aquellas otras formas de socialismo eran en sí mismas fallidas.

En cuanto al segundo punto de la crítica, puede parecer algo más frívolo, pero entiendo que no lo es tanto en la medida en que está sustentada en un desarrollo histórico que, al menos a priori, así lo demuestra. Sin embargo, hay una cuestión originaria del texto que me lleva a pensar que Marx, en su afan de cambiar las cosas, se precipitó y ejerció una tarea absolutamente contraproducente a su causa. Como ya he señalado al comienzo de este comentario, en el contexto histórico en el que Marx ejerce su crítica y desarrolla sus tesis , el capitalismo se encontraba aun en pleno desarrollo. Así, el exhaustivo análisis empírico que realizó Marx, reflexión cuyas consecuencias presentó en esta obra, fueron reconocidas, estudidas y solventadas por un sistema que aceleró así su dominio hegemónico sobre la economía y los diversos órdenes sociales. El planteamiento marxista, al no limitarse a ejercer como analista altivo (como pudieran hacer otros filósofos de igualmente críticos con el contexto histórico que vivieron, cuyo máximo exponente fue Nietszche), ejerció de predicador en terrenos ostiles. La historia vio en Marx una posibilidad que hasta él mismo señalaba como consecencia natural (y no forzada) del curso de la lucha de clases. Una posibilidad que ejerció de forma desordenada, precipitada o tergiversada, lo que derivó en una concatenación de fracasos o, como demuestra el desarrollo del siglo XX hasta finales de la guerra fria, a una polarización de la sociedad contraria al espíritu del manifiesto. Así, considero que Marx erró al querer acelerar el curso de la historia cuando él mismo sabía que la historia (tal y como se estaba desarrollando) iba a desenvocar en esa debacle por siímisma. Pero por el contrario, Marx hizo que con sus planteamientos el curso de la historia cambiara, dejando al comunismo en una situación comprometida frente a un capitalismo que supo ver en esta crítica la posibilidad de mejora que su egocentrismo le impedía atisbar.

En este sentido, podría decirse que Marx acertó en el método a la hora de medir y calcular las dimensiones de la tumba del capitalismo, pero se percipitó al cavarla y terminó cayendo en ella. La pregunta es si, tras la recesión que vivieron las ideas marxistas tras la guerra fria, no habremos llegado a una situación histórica en la que se dan las condiciones idóneas para que aquello que vaticinó Marx en su día se dé. Aunque para ello las ideas de fondo del comunismo, debidamente actualizadas, tendrían que introducirse menos abruptamente, allanando el terreno para la revolución (tal vez en un sentido más laxo de la palabra revolución, en la medida en que se refiera más a cambio que a lucha), sí, pero sin forzar ese cambio. Sólo entonces, en la medida en que alcance a contenerse podrá abrir vías positivas para un cambio del sistema (o de sistema, si en última instancia fuese necesario) que, queda claro, falla en demasiados aspectos como para quedarse como está."


Como, espero, habrás podido comprobar, mi idea era clara (digo era porque el texto es de ahora hace un año) y lo sigue siendo: la sociedad capitalista, como maquina, tiene un funcionamiento correcto, es decir, cumple los objetivos para los que está diseñada. Haciendo un paralelismo, sería como una deshuesadora de aceitunas que deshuesa perfectamente las aceitunas. Ante eso, toda crítica forzada - o forzosa, pues sí que es cierto que la situación es insostenible desde una postura humanista - hace aguas, pues el sistema apenas falla en sí mismo. El problema viene cuando además de deshuesar aceitunas, hace falta envasarlas, distribuirlas y venderlas. Es decir, el problema está en las limitaciones del capitalismo de las que surge la injusticia. Esos problemas no pueden ser resueltos por las herramientas que nos muestra el capitalismo, más centrado en aspectos de economía-política que en cuestiones de caracter más social, más humanas. De ahí que habría que valerse de ese espíritu revolucionario, de ese poder de cambio del que gozan las sociedades, para matizar, ampliar, sumar, elementos, etc. a la sociedad actual, que va más allá del hecho capitalista. Dejándonos así de culpar al hombre del saco capitalista de los males ajenos (ay! si esos males fueran propios), pues tal sistema falla cuando la sociedad (formada por todos y cada uno de los individuos que la habitan) le da alas alegremente para que domine esferas que no le corresponden.

En fin, podría seguir horas y horas, pero no quiero cansarte, que ya estarás bastante alienado.
Maldita sociedad capitalista que no va a darte un masaje. Y encima la gente se muere de hambre. Anda, sácate una cervecita del frigo, pon un rato la tele y échate un vicio al Pro o al Age of Empires.
Bill Gates te lo agradecerá.

Un saludo de tu fiel servidor,

Ander

5 comments:

Gran Auntza Sentado dijo...

Hey Ander, me alegro de tu sistematicidad.

Mi querida amiga Maddi me dio una leccion hace ya unos años fruto de su dejadez, pereza o pasotismo, No fuerces Jonander, es contraproducente, me decia.

En cierto modo es lo mismo, seguramente pecando de simplista, lo que ocurre aqui, las cosas llegaran, no fuerces.

Yo, que siempre he sido un vitalizador y dinamizador en mi cuadrilla en Donosti, que siempre he querido hacer cosas, forzaba a Maddi a sacar fotos, a colgarlas en Flickr, a Iñigo a meterse en Arquitectura despues de hacer topografia, a apoyarle en lo que puedo, o a Irati (por poner unos ejemplo) en generar proyectos y publicarlos en un blog, que al parecer dan sus frutos... siempre he creido en eso, Maddi me decia que no, que era contraproducente. Pero en cierto modo, aunque a corto plazo la gente se pique conmigo, me vacile y muchas veces no funcione, siempre es algo que queda y evoluciona.

Este blog, es, tambien, algo de esto.

Soy un pequeño Marx?

Lo que quiero decir es que si el let it be nos hace conformarnos creyendo que las cosas vendran, mal vamos, de acuerdo en que las cosas no cambian de la noche a la mañana, pero se ha de empezar de algun lado.

Eternamente tuyo tambien.

Ala!

Subi dijo...

perdona pero la idea de revitalizar esto no fue tuya señor marx...

Subi dijo...

erras podrias hacer versiones cortas del asunto? jejeje. o dejar mas tiempo entre publicaciones, porque esto parece una puta carrera!

Gran Auntza Sentado dijo...

Nono, dejale que siga!

Bueno Subi, no te enfades... ya sabes...

yonosoyhabermas dijo...

Dos cosas: - no he entendido tu comentario, Jon Ander (o eso, o no veo relación entre la respuesta y lo que yo digo o quiero decir)
- Oye, Subi, si yo escribo mínimo cada siete días porque se que son largos... Pero bueno, lo intentaré!