miércoles, 9 de enero de 2008

ESTRELLAS EN EL OMBLIGO


Una manta escocesa colgaba por la ventana. Era verano y el sol asfixiaba. La manta yacía desafiante, destacando entre todos los trajes de baño y toallas que adornaban el resto de los balcones. Los escasos soplos de viento la ondeaban como si de una bandera se tratara. Lucía se subió la camiseta y tocó su ombligo tatuado en un vientre que treinta años atrás había sido plano. Dos estrellas azules asomaban tímidamente. Fue en Londres, cuando una falda escocesa, como la manta se apoyaba en sus caderas y su pelo corto hacía juego con las botas rojas que llevaba. Su oreja también era una prueba del pasado. Los dedos de Lucía contaron uno, dos, tres, cuatro y cinco agujeros en la derecha y cuatro en la izquierda. Aunque hacía años que no se ponía más que un pendiente por oreja, las marcas no se habían borrado, nunca se borran.