Con toda esta reflexión acerca del vínculo entre el objeto y el usuario enfocado desde la exclusividad del toque artesanal sobre un producto seriado, se me plantea una cuestión. ¿Hasta que punto es importante lo material? Creo que lo material es un medio para expresar ciertos ideales y muchas veces para contenerlos. ¿Qué es lo realmente importante, el objeto, o el hecho de que cierta persona te lo haya regalado o cierta situación haya conseguido que llegue a tus manos? Lo que quiero decir es que muchas veces los objetos a los que les cogemos cariño o significan algo especial, son un mero intermediario entre la persona y lo que ello significa, un recordatorio. Es ahí donde pienso que, a no ser que la pieza sea muy valiosa por su valor económico, lo que nos da pena cuando perdemos este objeto, o se nos daña, lo que realmente nos duele es la pérdida de ese vínculo, de esa conexión. Es muchas veces gracias a esos objetos que recordamos ciertas acciones concretas, o momentos especiales. En el momento en que se pierde el intermediario, (el objeto en cuestión) tememos que aquel recuerdo caiga en el olvido, y pienso que es lo que realmente nos hace pasar un mal momento. No se pierde algo material, algo que puedas suplantar fácilmente por otro nuevo, se pierde algo sentimental, inmaterial, y más complicado de recuperar.
Si planteamos un escenario en el que lo material deja de ser importante, una sociedad posnuclear o abatida por desastres meteorológicos como puede ser el ejemplo de la película “The Road” (John Hillcoat, 2009), podríamos pensar que lo más valioso que tenemos y lo único que nos da fuerza es el recuerdo, el recuerdo de un pasado mejor en este caso, de una persona en concreto, su difunta mujer, a parte de las necesidades fisiológicas básicas, claro está. Pero no nos lo da un ordenador, no nos lo da un coche, no nos lo da un fajo de billetes, a no ser que exista cierto vínculo entre ese objeto y algún recuerdo.
Soy partidario de que es necesario rodearse de objetos que tengan este valor sentimental, aunque el resto, la mayoría, no lo tengan, porque son objetos que te recuerdan quien eres, quien has sido, y te hacen sentir vivo sabiendo que has dejado marca en alguien, que has conseguido un afecto particular por algo o por alguien en concreto.
Un amigo me dijo una vez, “vivimos del recuerdo”, y a pesar de que matizaría un poco la frase, en cierto modo es no está demasiado equivocado. Si no recordamos, es como si no hubiéramos vivido, la vida no se resume en algo material, jamás. El caso de una persona con Alzheimer por ejemplo es, para mí, lo más frustrante que puedas imaginar. Puedes estar forrado y tener cuatro Ferraris en el garaje, o cinco maravillosos hijos que alguna vez quisiste, que si tienes esta enfermedad, ni siquiera recordaras que alguna vez los tuviste. La vida, a pesar de pasarla rodeado de objetos materiales porque es absolutamente necesario, es algo inmaterial y como todo, excepto los recuerdos, perecedero.
Soy consciente de que todo lo que digo puede jugar en mi contra ya que pienso que el diseño quizás poco puede hacer por fomentar este recuerdo más personal hacia lo material. Lo que pretendo es entender el funcionamiento para poder plasmar todo esto en algo, o facilitarlo de alguna manera.
lunes, 8 de marzo de 2010
sábado, 6 de marzo de 2010
jueves, 4 de marzo de 2010
PFE
texto en fase de desarrollo. cualquier aportacion sera bienvenida! gracias por vuestro interes.
El tema de mi proyecto de fin de estudios es algo que ha ido rondando mi cabeza durante este último trimestre de mi vida, por lo que inevitablemente ha dado varios giros durante este tiempo. A pesar de que lo que tengo entre manos en este momento no sea exactamente aquello que pensé hace tiempo por primera vez, creo que el proceso ha seguido una línea más o menos visible alrededor de cada una de las preguntas que me he ido haciendo. Por eso, creo necesaria una pequeña introducción a modo de recordatorio de los ámbitos que he ido tocando.
Son, en general, temas que tienen un fondo social importante, y no es casualidad ya que la intención desde el principio ha sido buscar algo que ayude a cambiar de alguna manera nuestro punto de vista, aquel desde el que vemos la realidad.
Todo empezó con la siguiente pregunta:
¿Puede el diseño cambiar las costumbres culturales?
Cuando me plantee la pregunta, en cierto modo yo ya tenía mi respuesta propia. Con esta pregunta a lo que me refiero es a si es correcto o positivo que una cultura incida en la otra tratando de cambiar sus costumbres. Obviamente, no me refiero a leyes religiosas o morales como el racismo, machismo, xenofobia, antisemitismo ni nada por el estilo. Estoy hablando de costumbres más cercanas al individuo, más espontáneas, por decirlo de alguna manera.
Visto así, un posible planteamiento podría ser el siguiente: ¿Podríamos conseguir convencer a los musulmanes para que comieran durante el ramadán? Sin tener en cuenta el interés concreto de dicho acto, ¿hasta que punto pueden manipularse las costumbres del ser humano?
El tema escogido en el anterior ejemplo es de índole religiosa, lo que supone moverse sobre terrenos más inestables, más arriesgados que el siguiente que planteo: ¿Puede acortarse el camino de la búsqueda de agua de las mujeres africanas? La respuesta es si, si que se puede. La pregunta real, y la que muchas veces no se hace es, ¿Debemos realmente acortar esta distancia?, ¿Estaríamos haciendo un favor? Es muy complicado saber hasta que punto. Es conocido un caso en el que un grupo de alemanes, después de entrevistas y conversaciones con una comunidad africana, decide hacer esto que planteo, acercar el agua y por lo tanto ahorrar esfuerzo y tiempo (concepto muy preciado en el 1er mundo) en una tarea que a diario es realizada por las mujeres como mínimo una vez al día. Para asombro del grupo de ingenieros, diseñadores o lo que fuesen aquellos alemanes, días después de la construcción de un pozo a poca distancia del poblado, este apareció destrozado por las mismas mujeres del lugar. La razón fue que el pozo les había robado aquellos únicos momentos en los que ellas se separaban de sus hogares y se relacionaban directamente con otras mujeres de los poblados cercanos, era el momento en el que se sentían libres, teniendo en cuenta el papel que desempeñan durante el resto del día bajo la atenta mirada de sus correspondientes maridos. Probablemente el momento más interesante de sus días dejó de existir con esa facilidad, pero cuando lo pidieron ni siquiera ellas eran conscientes del efecto que les causaría. Y es que, a veces, ni nosotros mismos somos conscientes de que probablemente muchos de los valores que tenemos, o tuvimos, se están perdiendo debido a las comodidades que los frutos de esta sociedad de consumo nos ofrece.
El diseño puede llegar a cambiar pequeñas partes del mundo, pequeñas costumbres o maneras de hacer del día a día de las personas, y de esta forma, muy poco a poco ir cambiando el entorno sobre el que se trabaja, o al menos yo así lo pienso. Aunque creo que se ha de ser sumamente cuidadoso, siendo siempre conscientes de que no somos el centro del mundo ni la referencia a seguir, cosa que al mundo occidental se nos olvida a menudo.
Leí una cita de Warren Berguer de un libro que escribió junto a Bruce Mau titulado "Glimmer: How Design Can Transform Your Life and Maybe Even the World", y habla un poco de esto mismo, defendiendo que la manera de actuar del diseño es poco a poco, cambiando el mundo a escala reducida.
“When people talk about design changing the world, it tends to sound a little grand and ridiculous, because they think of design as, in one fell swoop, changing the world and solving our problems. What design actually can do, it can solve problems on a case-by-case basis around the world. As it does that, it changes the world, because it changes the reality for people wherever the situation is happening.
If design can change water delivery in a certain part of the world, then it changes that part of the world for those people. That's the way design changes the World”.
Decidí dar un giro al tema por falta de medios en la investigación ya que, como he dicho, creo que para hacer una investigación con el fin e incidir en una cultura ajena, como mínimo se habría de consultar directamente con personas que viven en este lugar. Pensé que siguiendo la misma línea, podría centrarme en nuestra cultura y formular la pregunta de la siguiente manera: ¿Puede el diseño cambiar las costumbres cotidianas y sacar provecho de ello? Pienso que si hacemos una lista de acciones mal hechas o que podríamos mejorar en el ámbito del consumo de todo tipo, por ejemplo, tendríamos una base de datos incluso demasiado larga para comenzar a pensar maneras de cambiarlas.
Como me resultó complicado llevar la investigación mas allá por este camino, decidí centrarme en algún tipo de costumbres en concreto. Quizás por la influencia de la cantidad de imágenes del tercer mundo que vi durante un tiempo, empezaron a llamarme la atención ciertas acciones que en nuestra cultura tendrían que ver con las costumbres de nuestros antepasados no tan lejanos, es decir, las viejas costumbres.
Es por aquí por donde decidí comenzar a investigar con algo mas de rigor planteándome la siguiente pregunta.
Seguimos produciendo y “avanzando”, pero, ¿hacia donde?
Está claro que la calidad de vida del individuo ha mejorado considerablemente (al menos en el primer mundo) desde nuestros tatarabuelos hasta hoy, no hay duda. Existen infinidad de medios al alcance de la mayoría, la salud ha mejorado, los medios de comunicación (que no la comunicación) han mejorado, o son mas accesibles hoy día, a pesar de que no estamos en el mejor momento, la economía también ha dado un cambio positivo, los medios de transporte facilitan el intercambio de mercancías y por lo tanto el mercado es infinito (en el primer mundo)…¿Pero todo esto a costa de que?, ¿Qué ha ocurrido para que todos estos cambios se hayan dado tan de repente? La respuesta es complicada porque no ha sido un solo factor el que ha influido en todo esto, ni mucho menos. Aunque si que es cierto que una de las razones más relevantes ha sido la Revolución Industrial, es decir, y resumiendo muchísimo, la mecanización de los procesos de fabricación. La aparición de las máquinas tuvo un impacto directo en las cantidades de producción y en la reducción de mano de obra, lo que permitía a las fábricas una menor inversión en personal y por lo tanto, mayor en producción.
A partir de este momento todo comenzó a ir más rápido, se comenzó a diseñar para producir en serie y más barato, o sea, más accesible a un público más amplio. Es aquí donde se empieza a perder la exclusividad y el amor por lo hecho a mano, lo artesanal, y que por aquel entonces solo unos pocos eran capaces de adquirir. Empieza a producirse sin escrúpulos y con total desconocimiento de la contaminación y emisiones de polución al ambiente, problema del que nos hemos dado cuenta más bien tarde y que pretendemos ocultar pensando que algún día cambiará.
Quiero que quede claro que, a pesar de lo que pueda parecer, no estoy en contra de la producción en serie ni mucho menos. Me parecería hipócrita y contradictorio teniendo en cuenta los estudios que estoy cursando, pero si creo en una adecuación de la producción a la situación actual y es una manera de introducir el tema de mi proyecto.
A pesar de que haya mejorado la situación, la calidad de vida del individuo en términos generales, si creo en que hay ciertos aspectos que deberíamos tratar, o replantearnos. Mi planteamiento es centrarme en el proceso de producción artesanal con el fin de extraer de este, aspectos que puedan compatibilizarse o hibridarse con el proceso de producción industrial predominante hoy en día.
Existen ciertas acciones o maneras de hacer en el pasado que pueden ayudar a mejorar la situación actual. Lo que pretendo no es quedarme en el puro romanticismo de la famosa frase, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, porque no estoy de acuerdo con ella, sino adoptar buenas costumbres del pasado, en concreto de la artesanía, entendiendo artesanía como método de producción directa, manual, primaria e imperfecta, pero bien hecha.
Estamos en un punto en el que el valor de las cosas se está perdiendo. No nos importa que los objetos se nos rompan, no son especiales. No establecemos ningún vinculo más allá de la pura obtención de cualquier cosa, todos tenemos lo mismo y todo es relativamente fácil de obtener, por lo que si algo se estropea o se rompe, la reacción principal es abrir la cartera y mirar si sería mucho problema comprarse algo nuevo. Ni siquiera nos planteamos algo tan común como tratar de arreglar aquello que se nos ha roto, no interesa. En cierto modo somos los culpables de esta decisión porque podemos tratar de hacerlo, pero el problema radica en la organización del sistema de consumo de hoy en día. Es decir, sale mucho más barato adquirir un nuevo objeto y tirar el anterior que no arreglar el estropeado. Por mucho que lo intentemos evitar de vez en cuando, la postura natural hoy en día es esta y la razón es que todo esta tan serializado que no percibimos los objetos como propios y duraderos, sino como objetos que vienen y van pasando por nuestras manos sabiendo que nunca serán los últimos que tengamos entre manos.
Me intereso por la exclusividad que proporciona la artesanía por esta simple razón, y es que está comprobado que si lo que tenemos entre manos es único, nos duele mucho más perderlo, y por lo tanto trataríamos de repararlo como fuese porque es nuestro, porque nadie tiene uno igual, porque nos identifica y queremos tenerlo cerca. Este vínculo que se crea entre objeto y usuario es el que me interesa de la artesanía.
La producción en serie de los objetos que proporciona la industrialización resta exclusividad a los objetos porque lo que se pretende es producir en masa para vender en masa, pero ¿qué ocurriría si pudiésemos producir en serie objetos que no fuesen iguales, o que en el último paso de su producción les afectara algún tipo de factor externo de cualquier tipo? Si por ejemplo el último paso a dar para finalizar el producto estuviese en nuestras manos, conseguiríamos la exclusividad de un producto único y personalizado, como son los casos de SILLA DROOG y LAMPARA SOPLADA en los que el usuario en cuestión provoca que el objeto final sea único trabajando directamente sobre la forma del objeto final.
Otro aspecto interesante de la artesanía, relacionado también con el vínculo objeto/usuario y la consecuente durabilidad, es que en general son objetos que envejecen bien, o que al menos envejecen. Lo que quiero decir es que cada vez es más extraño ver trajes, sillas, coches, o cualquier objeto envejecidos. Y es que no se les da tiempo porque están pensados para la siguiente compra, no para el disfrute perdurable del mismo, son fugaces. Pienso que el problema es que no las llegamos a tener durante el tiempo suficiente para que envejezcan, pasan de moda mucho antes de que comiencen a quedar obsoletos. Eso ha producido una tendencia a fabricar productos con aspecto de viejo, de usado porque sin duda esto es signo de calidad, de durabilidad, pero no deja de ser un snobismo mal logrado, porque por más que se intente provocar una vejez instantánea, el efecto no es el mismo ni de lejos. No podemos controlar el tiempo y los efectos que este causa en los productos. Pienso que se debe dejar que las cosas envejezcan, pero también pienso que hace falta que estén pensadas para ello, y no es precisamente el caso de la mayoría de objetos industriales de hoy en día.
Es por esto que también me interesa el envejecimiento natural de los objetos artesanales.
El tema de mi proyecto de fin de estudios es algo que ha ido rondando mi cabeza durante este último trimestre de mi vida, por lo que inevitablemente ha dado varios giros durante este tiempo. A pesar de que lo que tengo entre manos en este momento no sea exactamente aquello que pensé hace tiempo por primera vez, creo que el proceso ha seguido una línea más o menos visible alrededor de cada una de las preguntas que me he ido haciendo. Por eso, creo necesaria una pequeña introducción a modo de recordatorio de los ámbitos que he ido tocando.
Son, en general, temas que tienen un fondo social importante, y no es casualidad ya que la intención desde el principio ha sido buscar algo que ayude a cambiar de alguna manera nuestro punto de vista, aquel desde el que vemos la realidad.
Todo empezó con la siguiente pregunta:
¿Puede el diseño cambiar las costumbres culturales?
Cuando me plantee la pregunta, en cierto modo yo ya tenía mi respuesta propia. Con esta pregunta a lo que me refiero es a si es correcto o positivo que una cultura incida en la otra tratando de cambiar sus costumbres. Obviamente, no me refiero a leyes religiosas o morales como el racismo, machismo, xenofobia, antisemitismo ni nada por el estilo. Estoy hablando de costumbres más cercanas al individuo, más espontáneas, por decirlo de alguna manera.
Visto así, un posible planteamiento podría ser el siguiente: ¿Podríamos conseguir convencer a los musulmanes para que comieran durante el ramadán? Sin tener en cuenta el interés concreto de dicho acto, ¿hasta que punto pueden manipularse las costumbres del ser humano?
El tema escogido en el anterior ejemplo es de índole religiosa, lo que supone moverse sobre terrenos más inestables, más arriesgados que el siguiente que planteo: ¿Puede acortarse el camino de la búsqueda de agua de las mujeres africanas? La respuesta es si, si que se puede. La pregunta real, y la que muchas veces no se hace es, ¿Debemos realmente acortar esta distancia?, ¿Estaríamos haciendo un favor? Es muy complicado saber hasta que punto. Es conocido un caso en el que un grupo de alemanes, después de entrevistas y conversaciones con una comunidad africana, decide hacer esto que planteo, acercar el agua y por lo tanto ahorrar esfuerzo y tiempo (concepto muy preciado en el 1er mundo) en una tarea que a diario es realizada por las mujeres como mínimo una vez al día. Para asombro del grupo de ingenieros, diseñadores o lo que fuesen aquellos alemanes, días después de la construcción de un pozo a poca distancia del poblado, este apareció destrozado por las mismas mujeres del lugar. La razón fue que el pozo les había robado aquellos únicos momentos en los que ellas se separaban de sus hogares y se relacionaban directamente con otras mujeres de los poblados cercanos, era el momento en el que se sentían libres, teniendo en cuenta el papel que desempeñan durante el resto del día bajo la atenta mirada de sus correspondientes maridos. Probablemente el momento más interesante de sus días dejó de existir con esa facilidad, pero cuando lo pidieron ni siquiera ellas eran conscientes del efecto que les causaría. Y es que, a veces, ni nosotros mismos somos conscientes de que probablemente muchos de los valores que tenemos, o tuvimos, se están perdiendo debido a las comodidades que los frutos de esta sociedad de consumo nos ofrece.
El diseño puede llegar a cambiar pequeñas partes del mundo, pequeñas costumbres o maneras de hacer del día a día de las personas, y de esta forma, muy poco a poco ir cambiando el entorno sobre el que se trabaja, o al menos yo así lo pienso. Aunque creo que se ha de ser sumamente cuidadoso, siendo siempre conscientes de que no somos el centro del mundo ni la referencia a seguir, cosa que al mundo occidental se nos olvida a menudo.
Leí una cita de Warren Berguer de un libro que escribió junto a Bruce Mau titulado "Glimmer: How Design Can Transform Your Life and Maybe Even the World", y habla un poco de esto mismo, defendiendo que la manera de actuar del diseño es poco a poco, cambiando el mundo a escala reducida.
“When people talk about design changing the world, it tends to sound a little grand and ridiculous, because they think of design as, in one fell swoop, changing the world and solving our problems. What design actually can do, it can solve problems on a case-by-case basis around the world. As it does that, it changes the world, because it changes the reality for people wherever the situation is happening.
If design can change water delivery in a certain part of the world, then it changes that part of the world for those people. That's the way design changes the World”.
Decidí dar un giro al tema por falta de medios en la investigación ya que, como he dicho, creo que para hacer una investigación con el fin e incidir en una cultura ajena, como mínimo se habría de consultar directamente con personas que viven en este lugar. Pensé que siguiendo la misma línea, podría centrarme en nuestra cultura y formular la pregunta de la siguiente manera: ¿Puede el diseño cambiar las costumbres cotidianas y sacar provecho de ello? Pienso que si hacemos una lista de acciones mal hechas o que podríamos mejorar en el ámbito del consumo de todo tipo, por ejemplo, tendríamos una base de datos incluso demasiado larga para comenzar a pensar maneras de cambiarlas.
Como me resultó complicado llevar la investigación mas allá por este camino, decidí centrarme en algún tipo de costumbres en concreto. Quizás por la influencia de la cantidad de imágenes del tercer mundo que vi durante un tiempo, empezaron a llamarme la atención ciertas acciones que en nuestra cultura tendrían que ver con las costumbres de nuestros antepasados no tan lejanos, es decir, las viejas costumbres.
Es por aquí por donde decidí comenzar a investigar con algo mas de rigor planteándome la siguiente pregunta.
Seguimos produciendo y “avanzando”, pero, ¿hacia donde?
Está claro que la calidad de vida del individuo ha mejorado considerablemente (al menos en el primer mundo) desde nuestros tatarabuelos hasta hoy, no hay duda. Existen infinidad de medios al alcance de la mayoría, la salud ha mejorado, los medios de comunicación (que no la comunicación) han mejorado, o son mas accesibles hoy día, a pesar de que no estamos en el mejor momento, la economía también ha dado un cambio positivo, los medios de transporte facilitan el intercambio de mercancías y por lo tanto el mercado es infinito (en el primer mundo)…¿Pero todo esto a costa de que?, ¿Qué ha ocurrido para que todos estos cambios se hayan dado tan de repente? La respuesta es complicada porque no ha sido un solo factor el que ha influido en todo esto, ni mucho menos. Aunque si que es cierto que una de las razones más relevantes ha sido la Revolución Industrial, es decir, y resumiendo muchísimo, la mecanización de los procesos de fabricación. La aparición de las máquinas tuvo un impacto directo en las cantidades de producción y en la reducción de mano de obra, lo que permitía a las fábricas una menor inversión en personal y por lo tanto, mayor en producción.
A partir de este momento todo comenzó a ir más rápido, se comenzó a diseñar para producir en serie y más barato, o sea, más accesible a un público más amplio. Es aquí donde se empieza a perder la exclusividad y el amor por lo hecho a mano, lo artesanal, y que por aquel entonces solo unos pocos eran capaces de adquirir. Empieza a producirse sin escrúpulos y con total desconocimiento de la contaminación y emisiones de polución al ambiente, problema del que nos hemos dado cuenta más bien tarde y que pretendemos ocultar pensando que algún día cambiará.
Quiero que quede claro que, a pesar de lo que pueda parecer, no estoy en contra de la producción en serie ni mucho menos. Me parecería hipócrita y contradictorio teniendo en cuenta los estudios que estoy cursando, pero si creo en una adecuación de la producción a la situación actual y es una manera de introducir el tema de mi proyecto.
A pesar de que haya mejorado la situación, la calidad de vida del individuo en términos generales, si creo en que hay ciertos aspectos que deberíamos tratar, o replantearnos. Mi planteamiento es centrarme en el proceso de producción artesanal con el fin de extraer de este, aspectos que puedan compatibilizarse o hibridarse con el proceso de producción industrial predominante hoy en día.
Existen ciertas acciones o maneras de hacer en el pasado que pueden ayudar a mejorar la situación actual. Lo que pretendo no es quedarme en el puro romanticismo de la famosa frase, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, porque no estoy de acuerdo con ella, sino adoptar buenas costumbres del pasado, en concreto de la artesanía, entendiendo artesanía como método de producción directa, manual, primaria e imperfecta, pero bien hecha.
Estamos en un punto en el que el valor de las cosas se está perdiendo. No nos importa que los objetos se nos rompan, no son especiales. No establecemos ningún vinculo más allá de la pura obtención de cualquier cosa, todos tenemos lo mismo y todo es relativamente fácil de obtener, por lo que si algo se estropea o se rompe, la reacción principal es abrir la cartera y mirar si sería mucho problema comprarse algo nuevo. Ni siquiera nos planteamos algo tan común como tratar de arreglar aquello que se nos ha roto, no interesa. En cierto modo somos los culpables de esta decisión porque podemos tratar de hacerlo, pero el problema radica en la organización del sistema de consumo de hoy en día. Es decir, sale mucho más barato adquirir un nuevo objeto y tirar el anterior que no arreglar el estropeado. Por mucho que lo intentemos evitar de vez en cuando, la postura natural hoy en día es esta y la razón es que todo esta tan serializado que no percibimos los objetos como propios y duraderos, sino como objetos que vienen y van pasando por nuestras manos sabiendo que nunca serán los últimos que tengamos entre manos.
Me intereso por la exclusividad que proporciona la artesanía por esta simple razón, y es que está comprobado que si lo que tenemos entre manos es único, nos duele mucho más perderlo, y por lo tanto trataríamos de repararlo como fuese porque es nuestro, porque nadie tiene uno igual, porque nos identifica y queremos tenerlo cerca. Este vínculo que se crea entre objeto y usuario es el que me interesa de la artesanía.
La producción en serie de los objetos que proporciona la industrialización resta exclusividad a los objetos porque lo que se pretende es producir en masa para vender en masa, pero ¿qué ocurriría si pudiésemos producir en serie objetos que no fuesen iguales, o que en el último paso de su producción les afectara algún tipo de factor externo de cualquier tipo? Si por ejemplo el último paso a dar para finalizar el producto estuviese en nuestras manos, conseguiríamos la exclusividad de un producto único y personalizado, como son los casos de SILLA DROOG y LAMPARA SOPLADA en los que el usuario en cuestión provoca que el objeto final sea único trabajando directamente sobre la forma del objeto final.
Otro aspecto interesante de la artesanía, relacionado también con el vínculo objeto/usuario y la consecuente durabilidad, es que en general son objetos que envejecen bien, o que al menos envejecen. Lo que quiero decir es que cada vez es más extraño ver trajes, sillas, coches, o cualquier objeto envejecidos. Y es que no se les da tiempo porque están pensados para la siguiente compra, no para el disfrute perdurable del mismo, son fugaces. Pienso que el problema es que no las llegamos a tener durante el tiempo suficiente para que envejezcan, pasan de moda mucho antes de que comiencen a quedar obsoletos. Eso ha producido una tendencia a fabricar productos con aspecto de viejo, de usado porque sin duda esto es signo de calidad, de durabilidad, pero no deja de ser un snobismo mal logrado, porque por más que se intente provocar una vejez instantánea, el efecto no es el mismo ni de lejos. No podemos controlar el tiempo y los efectos que este causa en los productos. Pienso que se debe dejar que las cosas envejezcan, pero también pienso que hace falta que estén pensadas para ello, y no es precisamente el caso de la mayoría de objetos industriales de hoy en día.
Es por esto que también me interesa el envejecimiento natural de los objetos artesanales.
miércoles, 3 de marzo de 2010
Experimento
Ya se que acabo de publicar, pero es que necesitaba hacer un experimento. Acabo de descubrir cual es el cuadro en el que se basa este texto (parte de las tesis de Filosofía de la Historia de W. Benjamin) y he flipado. Para asegurarme de que primero lereis el texto, he borrado el nombre del cuadro. Lo colgaré en unos días (podeis buscarlo si quereis, pero entonces no tiene gracia) junto a la reflexión que me ha venido a la cabeza. Ah! Y agradeceré que me digais cómo os imaginais el dichoso cuadro. Gracias!!!!
“Hay un cuadro de ---- que se titula -------- ------. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”
W. Benjamin
“Hay un cuadro de ---- que se titula -------- ------. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”
W. Benjamin
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3 De MaRzO: un día para la memoria puesta en el futuro
La memoria es aquello en lo que nuestra vida, según transcurre, queda marcada. Por eso, la memoria es la base de nuestras vidas, y la historia es la base de toda nación, ya sea el País Vasco, España o Europa. Por eso hay que recuperar el pasado; para que el futuro y lo que nos depare, tenga sentido.
Por eso, hoy, 3 de marzo del 2010, hay cuestiones que por más que uno reflexione sobre ellas, no llega a comprender. La transición en España pudo tener defectos y virtudes considerables que varían en función del prisma por el que se analicen. Pero éste en concreto, independientemente de la condición política, social, económica, nacional, etc. de la que uno provenga, debería ser la prueba de que se hizo mucho y se pensó poco. Tal vez ahora, con los temores de un regreso al pasado más oscuro sosegados, sea el momento de recuperar tantas vidas que, desamparadas por la historia, dejaron de ser vidas.
Porque lo que canta Llach no debería ser un grito vasco, ni sindical. Ni siquiera una reivindicación que se reduzca a lo acaecido aquel fatídico 3 de marzo de 1976. Debería ser una invitación a reflexionar que todas las injusticias que nos rodean, serán en algún momento el pasado de alguna nación joven, tenga el nombre que tenga y sea del signo que sea. Es evidente, como he dicho más de una vez, que uno sólo no puede arreglar el mundo entero. Tal vez sea un exceso de optimismo filosófico - en tanto que el término lo es -, pero lo que sí podemos arreglar es nuestro mundo de la vida, nuestro contexto, pues en la comunicación que, ahora más que nunca, une todos los contextos, está la clave de un progreso sostenible reconciliado con el pasado, el presente y el futuro.
Por eso este lema debería ser de todos los que consideramos, sin excepción, que la vida de todo ser humano indignamente arrebatada debe ser reconciliada, pues lo contrario hace indignas nuestras vidas.
Por eso, hoy, 3 de marzo del 2010, hay cuestiones que por más que uno reflexione sobre ellas, no llega a comprender. La transición en España pudo tener defectos y virtudes considerables que varían en función del prisma por el que se analicen. Pero éste en concreto, independientemente de la condición política, social, económica, nacional, etc. de la que uno provenga, debería ser la prueba de que se hizo mucho y se pensó poco. Tal vez ahora, con los temores de un regreso al pasado más oscuro sosegados, sea el momento de recuperar tantas vidas que, desamparadas por la historia, dejaron de ser vidas.
Porque lo que canta Llach no debería ser un grito vasco, ni sindical. Ni siquiera una reivindicación que se reduzca a lo acaecido aquel fatídico 3 de marzo de 1976. Debería ser una invitación a reflexionar que todas las injusticias que nos rodean, serán en algún momento el pasado de alguna nación joven, tenga el nombre que tenga y sea del signo que sea. Es evidente, como he dicho más de una vez, que uno sólo no puede arreglar el mundo entero. Tal vez sea un exceso de optimismo filosófico - en tanto que el término lo es -, pero lo que sí podemos arreglar es nuestro mundo de la vida, nuestro contexto, pues en la comunicación que, ahora más que nunca, une todos los contextos, está la clave de un progreso sostenible reconciliado con el pasado, el presente y el futuro.
Por eso este lema debería ser de todos los que consideramos, sin excepción, que la vida de todo ser humano indignamente arrebatada debe ser reconciliada, pues lo contrario hace indignas nuestras vidas.
"Ay de aquel trobador que olvide las tres notas"
Por si alguien quiere saber más, adjunto la página web de los afectados:
http://www.3demarzo.org/hechos.html
http://www.3demarzo.org/hechos.html
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