Habrá una ciudad, en un futuro ya pasado, que seré conocida como Remining City o City of Remind (en Castellano, según guste, Ciudad de la Memoria). Esa pequeña ciudad al sur de ninguna parte, será conocida por como era. Lo más característico será, por tanto, lo que fue. Las calles, por ejemplo, no serán al estilo de como fueron ahora. No habrá las antes típicas aceras bordeando una carretera por la que transiten vehículos de todo tipo. Pero no se equivoquen, eso no será por un arrebato ecologista que haga desaparecer las carreteras ni tampoco por una sacralización tecnológica que haga inútiles a los peatones. No. La Ciudad de la Memoria no tendrá esa fisionomía porque resultará imposible ante la cantidad de calles que en ella se construirán.
Todo comenzará una tarde cualquiera, en la que se conocerá la muerte de un gran escritor, poeta, científico o cualquier otro ser ilustre de los saberes y haceres humanos. Entonces, el alcalde, en un arrebato de loas y alabanzas a la persona, decidirá dedicarle una calle. Por desgracia, se dará cuenta de que la ciudad ya tiene todas sus calles nombradas, por lo que se le presentará una compleja disyuntiva: ¿deberá poner el nombre de este vangloriado sujeto al lado de otro de igual renombre o, por el contrario, deberá desechar la idea de honrar el recuerdo de tan exquisito individuo? La primera opción, pensará, sentaría un precedente demasiado arriesgado. ¿Se imaginan una calle Miguel de Cervantes Saavedra - Sir Artur Conan Doyle? Un caos, ¿verdad? Por contra, cerrar el cupo del recuerdo a tan excelsas y memorables personalidades, sería una irresponsabilidad histórica - pensará el alcalde-, más aun cuando ello deribaría en que, a su muerte, nadie le dedicaría una plaza, una calle, ni un mísero pasadizo. Ante esta compleja situación, un asesor del alcalde, que resultará ser su cuñado, le sugerirá una brillante salida: nombrar las esquinas de las calles. Sin embargo, por todos es bien sabido que al nombrar tales emplazamientos disectores entre grandes nombres de la historia, suelen aparecer combinaciones tan complejas y enrevesadas como: calle Monasterio de Urdax esquina Santiago Carrillo. Así pues, el alcalde se decantará por tan ingeniosa solución sabedor de que así matará dos pájaros de un tiro.
Sin embargo, tras unos años de nadar en la abundancia resultante de su fantástica idea, llegará una nueva disyuntiva. Para entonces, el alcalde ya no será el mismo, pues su cuñado habrá pasado a ocupar el susodicho cargo. Este, tan brillante otrora, se encontrará con que a la muerte de su antecesor no quedan ya esquinas que le puedan alzar al olimpo del recuerdo imborrable. Consciente del esfuerzo que su antecesor hizo por evitar tales desvaríos, se decanta por una salida más radical y tal vez menos brillante que la anterior, pero en todo caso igualmente efectiva: el alcalde determinará que siendo los patios interiores de los edificios en cierto modo prescindibles, abrirá todos ellos con nuevas calles que los atraviesen, con la consiguiente aportación que ello tendrá a la justicia histórica que los magnánimos personajes tales como él merecen. Esto resultará en un nuevo período de abundancia, más largo que el anterior, hábida cuenta de que tal decisión es más costosa de llevar a cabo, siendo continuado por uno de sus hijos al llegar éste a alcalde.
Por desgracia, todo lo bueno se acaba, por lo que el nuevo alcalde se encontrará en los limbos del hades cuando, a la muerte du su bienamado progenitor, no quedarán ya patios por abrir. Sabiendo que su responsabilidad frente a la historia será ya una obligación moral y su cargo no habrá de desmerecerse con semejante afrenta al recuerdo del difunto, el sabio y docto edil decidirá saltar el precipicio de la inoperancia. En un arrebato de equidad, tomará la dificil decisión de expulsar todas las personas que no vayan a ser recordadas, permitiéndole ello derruir sus respectivas viviendas para la creación de nuevas calles, plazas y avenidas.
En esa nueva espiral entrarán, en un primer momento, las gentes venidas del extranjero, considerando que ellos deberían de buscarse la posibilidad de tener una calle allá de donde provengan. A continuación decidirá echar a los iletrados e ignorantes, pues serios estudios estadísticos - realizados por una seria agencia dirigida por su hermano - le rebelarán que todos los nombres de calles establecidos hasta la fecha eran de gentes doctas en las artes y las ciencias, a excepción de un tal Don Serapio que en su condición de albañil salvó a la hija de un alcalde de un incendio. Seguidamente, decidirá que dentro de los hombres que hayan alcanzado cierto grado de saber ilustrado, hay algunos que no merecerán ser recordados por lo peligroso de sus ideas. Bajo ese criterio, cientos -istas, -istos e -ismos serán expulsados eficientemente más allá de los límites de la ciudad.
En este punto de la historia, la fisionomía de la ciudad será un vago reflejo de lo que era. Donde antes había casas, plazas, parques y vastos centros comerciales, quedarán unas suaves líneas dificilmente distinguibles marcadas en el suelo y acompañadas de sus respectivos nombres dignos de mantener en la memoria. La ciudad, contará, además, con cierto número de personas - todas ellas residentes en el exterior, claro está - que dedicarán su tiempo a sanear tantas y tantas calles que bien merecerán ser saneadas. Alguna que otra foto extraviada, alguna página de libro expeditiva, algun dibujo ya gastado, serán rápidamente retirados de las impolutas calles de la ciudad.
Pero su definitivo bautismo de Ciudad de la Memoria no le será concedido a esta curiosa ciudad hasta que el alcalde, viendo cercana su muerte - para entonces ya habrá realizado un referendum entre los habitantes de la ciudad (su mujer y una de sus hijas, dado que las otras habían sido repatriadas a los paises de los que fueron cogidos en adopción) que determinaba su cargo como vitalicio -, decidirá marcharse de ella para poder construir una plaza que lo eleve al firmamento de la memoria.
Esa será, la ciudad de la memoria. Una ciudad plagada grandes personalidades de la historia dignas de ser recordadas, pero sin nadie que las recuerde.
martes, 1 de diciembre de 2009
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2 comments:
Que guay...
urbanamente inviable, quien pagara la urbanizacion de tanta plaza, parque esquina, cruce, glorieta, rambla, ronda, bulevar ???
Todo este relato viene a cuento de algo que ha pasado, o es simplemente que te ha venido a la cabeza.
Esque el otro dia lei que a la duquesa de Alba le habian puesto una plaza con una estatua suya y los de IU se quejaban.. y bueno, igual era por eso...
Talue!
Ha sido más pim-pam, para invitar a la reflexión (por ejemplo en el caso de lo de la duquesa de alba... madre mía cómo está el patio... Y Julian Muñoz para cuando???? en fin)
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